... después de haberse acostumbrado más o menos al corre corre surrealista de la vida en La Capital -las guaguas, la poli, la pobreza inconcebible, los Dunkin' Donuts, los mendigos, los haitianos vendiendo maní tostado en las intersecciones, la pobreza inconcebible, los turistas comemierda monopolizando las playas, las novelas de Xica da Silva que les gustaban tanto a Lola y a sus primas en las que la jevita se quita la ropa cada cinco segundos, los paseos de la tarde por el Conde, la pobreza inconcebible, el gruñido de las calles y las chozas de zinc de los barrios populares, las oleadas de gente que vadeaba a diario porque si no se movía lo ahogaban, los guachimanes flacos delante de las tiendas con sus escopetas que no funcionaban, la música, las bromas lascivas que se oían en las calles, la pobreza inconcebible, ser aplastado en el rincón de un concho por el peso combinado de otros cuatro clientes, la música, los nuevos túneles que se excavaban en la tierra de bauxita, los carteles que prohibían las carretas de burros en esos mismos túneles-, después de haber ido a Boca Chica y a Villa Mella y comido tanto chicharrón que tuvo que vomitar a la orilla del camino -Vaya, dijo su tío Rudolfo, eso sí que es divertido-, después de que su tío Carlos Moya le reprochara el no haber venido en tanto tiempo, después de que su abuela le reprocharaa el no haber venido en tanto tiempo, después de que sus primos le reprocharan el no haber venido en tanto tiempo, después que viera de nuevo la belleza inolvidable del Cibao, después que oyera las historias sobre su mamá, después que dejara de asombrarse por la cantidad de propaganda política en cada pared -Ladrones, anunció su mamá, todos ellos-, después que el tío un poco tocado de la cabeza por haber sido torturado durante el reinado de Balaguer viniera de visita e iniciara un acalorado pleito con Carlos Moya por la política (después del cual ambos de emborracharon), después que se quemara en el sol en Boca Chica, después que nadara en el Caribe, después que el tío Rudolfo acabara con él con Mamajuana de marisco, después que viera por primera vez cómo botaban de la guagua a unos haitianos porque los bróders decían que apestaban, después que casi enloqueciera con todas las bellezas que veía, después que ayudara a su mamá a instalar dos aires acondicionados nuevos y se machacara el dedo de tal forma que tenía sangre oscura debajo de la uña, después que todos los regalos que habían traído habían sido distribuidos como correspondía, después que Lola le presentara al novio que había tenido de adolescente, ahora capitaleño también, después que hubiera visto las fotos de Lola en su uniforme del colegio privado, una muchacha alta con ojos angustiados, después que le llevara flores a la tumba del criado número uno de su abuela que lo había cuidado de niño, después que sufriera una diarrea tan horrible que la boca se le aguaba antes de cada detonación, después que hubiera visitado con su hermana todos los museos de mala muerte de la capital, después que se le pasara la consternación porque todos lo llamaran gordo (y, peor, gringo), después que le cobraran de más por casi todo lo que había comprado, después que La Inca rezara por él casi todas las mañanas, después que le diera catarro porque su abuela hubiera puesto el aire acondicionado demasiado frío, decidió de repente y sin advertencia previa quedarse en la Isla el resto del verano con su mamá y su tío.
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