jueves, mayo 27, 2010

Doctora en filosofía


La tercera enferma difícilmente podría ser considerada como perteneciente a la raza humana. La precedía un olor dulzón, denso y sofocante. Trzyniecki tuvo que controlarse con todas sus fuerzas para mantenerse sentado. Resultaba difícil adivinar el sexo de aquella figura larga y demacrada. Por los agujeros de su albornoz se vislumbraban las rodillas, cubiertas de una piel azulada. Tenía una cara enorme y huesuda, rotunda, como la de un espantapájaros. Nosilewska le dijo a la enferma algo que Stefan no alcanzó a oír, y la mujer, que en ningún momento había abandonado su porte rígido, empezó a declamar, con los brazos extendidos a ambos de su cuerpo:
Menin aeide thea...
Estaba recitando la Ilíada. Incluso acentuaba perfectamente las cesuras del hexámetro. Cuando la enfermera se la llevó, Nosilewska se dirigió a Stefan:
–Es doctora en filosofía. Durante un tiempo estuvo catatónica. Quería que usted lo viera. Se trata de un caso de manual: una memoria maravillosamente conservada...
–Pero su aspecto... –Stefan no pudo reprimirse.
–no nos lo tenga a mal. Podríamos darle ropa limpia, pero en pocas horas estaría igual que al principio. Resulta difícil poner una enfermera detrás de cada coprófago...


Fotografía de Walter Sanders. Crímenes de Guerra (1946). Time & Life Pictures / Getty Images


Cositas que me gustan:

"My cries fell
on deaf ears"