lunes, junio 04, 2012

Alienación y gimnasia

   
   
    Alastair Reid escribe en The New Yorker, pero va poco a Nueva York. Él prefiere vivir en una perdida playa de la República Dominicana. En esa playa había desembarcado Cristóbal Colón, algunos siglos antes, en una de sus excursiones al Japón, y desde aquellos tiempos nada ha cambiado.
    De vez en cuando, el cartero asoma entre los árboles. El cartero viene doblado bajo la carga. Don Alastair recibe montañas de correspondencia. Desde los Estados Unidos, lo bombardean las ofertas comerciales, folletos, catálogos, lujuriosas tentaciones de la civilización del consumo exhortando a comprar.
    Una vez, entre el mucho papelerío, llegó la propaganda de una máquina de remar. Don Alastair la mostró a sus vecinos, los pescadores.
—¿Bajo techo? ¿Se usa bajo techo?
Los pescadores no lo podían creer:
—¿Sin agua? ¿Se rema sin agua?
No lo podían creer, no lo podían entender:
—¿Y sin peces? ¿Y sin sol? ¿Y sin cielo?
    Los pescadores dijeron a Don Alastair que ellos se levantaban cada noche, mucho antes del alba, y se metían mar adentro y echaban sus redes mientras el sol se alzaba en el horizonte, y que ésa era su vida, y que esa vida les gustaba, pero que remar era la única parte jodida del asunto:
Remar es lo único que odiamos —dijeron los pescadores.
    Entonces don Alastair les explicó que la máquina de remar servía para hacer gimnasia.
¿Para hacer qué?
—Gimnasia
—¡Ah! Y gimnasia, ¿qué es?


Eduardo Galeano - El libro de los abrazos
 


Coplillas que me gustan:


"Love is blindness
I don't want to see
Won't you wrap the night
Around me
Oh my love
Blindness"

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