martes, septiembre 14, 2010

El Marqués y el Apocalipsis


He vivido demasiado en la oscuridad. Aquí en las sombras, bajo puentes, al borde de bosques oscuros, esperando a hombres en coche, limpiándome las nalgas de sangre y semen a la luz horrible de la mañana húmeda.
No es lo que imaginé cuando era joven.
Soñaba con salas perfumadas y permutaciones inacabables de identidad; chicos hechos chicas, chicas hechas chicos que toman a los chicos como si fueran chicas.
Un mundo de ropa preciosa y cosméticos y música y satisfacción incesante.
Después de tantos años, creo que he hallado la puerta a ese mundo. Veo los faros de su coche y sé que es la última vez que deberé esperar por nada.
Su chófer es una adolescente vestida de cuero y cromo y vinilo negro. Huele a lluvia fresca y a sexo.
Me ha dicho que tiene la intención de reescribir el Universo. En su chateau, creará el modelo de un mundo sin límites. Una nueva comunidad experimental del futuro. Seremos los avanzados de una nueva e impresionante especie.
¿Debo creerle?
¿Acaso importa ahora?
El Mercedes respira perfume cuando abro la puerta y le hallo esperándome.
Me dice que he dejado las casas de los muertos y he entrado en la tierra de los verdaderamente vivos. No debo tener edad concreta, no sexo concreto. Debo ser fluido, mercurial. Dice que debo desprenderme de nombre y pasado como una serpiente lo hace de su piel.
Me clava una chapa blanca en el cuello de la chaqueta. Estoy sentado, sin nombre, invisible, intocable, respiro humo azul. Le pregunto cómo debo llamarle.
-Soy el Divino Marqués. Soy de Sade. Y soy libre al fin.
El motor arranca.
Echado en el asiento de cuero, me hago liviano y transparente. Ya no hay más tiempo. Cierro los ojos.
Y en mi mente, veo que el sol se alza sobre un mundo nuevo y mejor.

Grant Morrison y Jill Thompson - Los Invisibles. Arcadia


Cositas que me gustan:

"..."




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